Reanudo años después el blog del Atleta Gastrónomo. A decir verdad, nunca me fui del todo, siempre tuve en mente la opción de volver y quizás fuesen mis buenos amigos del foro de CeG, Morsatola y Vouamodo, los que me pusieron la puntilla para estar aquí de nuevo.
Reflexiono a menudo y creo que lo que más me gusta en esta vida es hablar de Atletismo y hablar de Gastronomía. Tanto monta, monta tanto. Y los que me conocen bien saben que siempre van unidas. Vive dios.
Pues, me encomiendo a las gastromusas y al espíritu de Filípides para que me inspiren a la hora de transmitir a mis escasos lectores lo que se me vaya ocurriendo. Pinceladas de aquí y de allá que irán surgiendo al mismo tiempo que voy incrementando las entradas en el Blog.
Y comienzo con una referencia al verano ya vivido. Un verano agridulce en cuestiones atléticas y espléndido en experiencias gastronómicas.
Me gusta correr por la playa en verano e invierno, pero es en la época estival cuando más la disfruto. Pocas cosas hay que me agraden tanto como correr una horita sobre la arena dura de una playa, estirar, pegarme un chapuzón y realizar la vuelta a la calma con una jarra de medio litro de cerveza y unos boquerones en el chiringuito más cercano.
¡Que bien vives, cabrón!. Me dijeron una vez.
En mi entorno, la playa que permite cumplir a rajatabla con el encargo es la playa grande de Miño.
1350 metros de playa recientemente acondicionada mediante un alisado de arena que no me acaba de convencer, pero que sigue siendo un paraíso para los que les gusta correr sintiendo la brisa marina.
El "centro de alto rendimiento atlético betanceiro" la utiliza como sede estival pero yo, que soy más de costumbres solitarias, acudo a élla a horas intempestivas, buscando la soledad y la "simbiosis" con un hábitat natural muy placentero.
Y aprovechando las vacaciones estivales, acudí de nuevo a mi querida tacita de plata. La gades de Plinio el viejo. Cai para los autóctonos.
...y allí, todas las mañanas recorro los 6 kilómetros que representan la Playa de la Victoria y su prolongación natural, la Playa de Cortadura. Ida y vuelta.
En Cádiz corro para tener sed, corro para tener hambre, corro para no tener remordimientos después de los homenajes a los que me someto al mediodía y por la noche.
En Cádiz soplan dos vientos, el levante y el poniente. Ambos se retan para ver quien es más noble. Y no sabría decir quien se lleva la palma. Lo que sé es que si sopla el levante, en mi trayecto de ida me voy a encontrar con una muralla de viento superior a los 5m/s, lo que evidentemente hará muy rápida la vuelta. No obstante, lo prefiero a si sopla el poniente, porque volaré a la ida y sufriré como un perro a la vuelta.
Estoy hablando, para ejemplificar, de que si soy capaz de mantener un ritmo de alrededor de 5'30" el km con viento en contra, a la vuelta con el mismo esfuerzo seré capaz de ir a 4'30" sin aparente dificultad. Así es Cai.
Y claro, a Cádiz voy a relajarme y a comer. A comer como el marajá de Kapurtala.
La freiduría "Las Flores" es uno de mis primeros destinos. Cazón en adobo, puntillas, chocos, acedías, etc. rebozadas de la manera en que solo saben rebozar en el sur. Y no me olvido de la gamba blanca de huelva. Mnnnn. Salivo.
Aquí le suelo dar a la Cruzcampo de presión, con doble enfriado. Aunque soy de la santa cofradía de la Estrella de Galicia, creo que en cada sitio debes de adoptar las costumbres propias y esas cañitas de Cruzcampo bien tiradas están QTC (que te cagas).
Por las tardes - noches, me acerco a la ciudad a pasear por sus intrincadas callejuelas y, que casualidad, siempre acabo en el Barrio de la Viña.
Hablar de Cádiz es hablar de este barrio tan emblemático situado al lado de la playa de la Caleta.
Y en el Barrio de la Viña, mi primer destino es siempre "Casa Manteca".
En la barra de Casa Manteca úno es feliz desde que entra hasta que se va. Normalmente, al irte estás feliz y un poco peneque, o sea, doblemente feliz.
Aquí ya me paso a la Manzanilla. La Guita, la Gitana, San León. Sobre todo esta última. Bien fresca.
En el "Manteca" se toman Chicharrones, se toma Jamoncito ibérico del rico, chorizo, queso de la Sierra de Grazalema, siempre en un ambiente que a un gallego de "pro" le hace mantener una sempiterna sonrisa (y a veces unos pensamientos irónicos del estilo "anda que sois de un simpático que..."), pero uno no debe de encabronarse nunca en estos sitios. Sería lo mismo que si un Gaditano llega a la taberna "O Papuxa" en Ribadavia o a la tasca "O Muiño" en Caldas de Reis y se siente un poco marginado. O eso creo yo.
Y del Barrio de la Viña no te puedes ir sin visitar la barra del restaurante "El Faro". Quizás la mejor barra para tapear que yo haya visitado. Y llevo unas cuantas encima.
Ortiguillas, gamba de Huelva, las mejores tortillitas de camarones que se pueden probar en el sur de España, coquinas, Atún de almadraba, etc. Un lujo que siempre debes de acompañar con una copita de manzanilla "San León, reserva de la Familia".
Menos mal que la parada de taxis queda cerca para devolverte sano y salvo al hotel, que sino...
Bueno, una vez arrancado espero que no me gripe el motor a los pocos kilómetros y vuelva a tener el coche en el taller durante varios años.
Salud y kilómetros.