domingo, 27 de septiembre de 2009

"Copa de cóctel, huevo batido y una matutano flotando"






A veces me preguntan si estoy a favor de uno u otro tipo de cocina de los que imperan en la actualidad.

No le hago ascos a probar de todo, sea la técnica que sea, pero si me dan a elegir, mi GURU Leo Harlem habla por mí.




sábado, 26 de septiembre de 2009

Annus horribilis







Una serie de desagradables acontecimientos han contribuido a declarar este año como un verdadero “annus horribilis”.

Pero, como no hay mal que por bien no venga, espero que una vez que celebre esta onomástica, todo el mal fario desaparezca y empiece a brillar el sol de nuevo.

Y me dispongo como todos los años a recibir a unos pocos amiguetes y ofrecerles una velada agradable en su grata compañía.

Me levanto temprano y acudo, ¡como no!, a mi pescadero de confianza.
Ayer ya estuvimos planificando el pedido y llegamos a la conclusión de que la nécora está entrando en las nasas con unas hechuras muy correctas. También es un momento óptimo para el calamar. Pues bien, 15 nécoras de buen tamaño y llenas hasta los topes y un kilo de calamares, a ser posible de la potera, pero tampoco le haré ascos al calamar de arrastre, con tal de que sea fresco del día y no venga muy sobado.

Como podéis ver, las nécoras ya las he cocido. Cuatro o Cinco minutos desde que empieza de nuevo el hervor y para afuera. Tienen una pinta memorable.

Las mejores nécoras que he tomado en los últimos años fueron capturadas en Barizo (Malpica). Formaban parte de una mariscada épica de la que conservo alguna foto por ahí y que alguna vez me dará pie a colgar una entrada muy marisqueira.

Los calamares los voy a freír rebozados, siguiendo una receta del maestro Berasategui. Una especie de rebozado “atempurado” que da un poco de trabajo pero óptimos resultados.

No podrá faltar el Jamón Ibérico pata negra, recién cortado. Un clásico que nunca falla.

También tengo en mente realizar unos canapés de berenjena con queso Idiazabal. Mmmmnnnn. Va a arder Troya, ¡vive dios!

En cuanto a los vinos. Tengo una botella de “La bota de Manzanilla Pasada nº 10”, que ya le va tocando. Acompañará perfectamente los aperitivos.
Dos o tres  botellas de Santiago Ruiz del 2008.
Y para la primera copa, Martin Miller Westbourne y Flor de Caña Añejo.

Me encanta preparar cenolas de vez en cuando, me ocupan todo el día. Pensar, comprar, cocinar y comer.
En fin, disfrutar.

Saludos.




miércoles, 23 de septiembre de 2009

DOS HOMENAJES



Una tendinitis rotuliana me tiene en el dique seco. Puntualicemos, en el dique seco de los rodajes pasteleros, aunque aun con moderado dolor, cada dos o tres días me calzo las zapas y me paso al ritmo superpastelero. Voy a tener que pedirle consejo a Ojordo para que me transmita los secretos de este ritmo.


Y para paliar las penas, decidí darme el último homenaje del verano. Y encaminé mis pasos hacia la maravillosa Asturias, la tierra de Don Pelayo.

El objetivo no era otro que meterme una papada de dos orejas y vuelta al ruedo en Casa Gerardo (Prendes) y luego ir a “bajar la comida” al IKEA. Os podéis imaginar quién propuso lo primero y quién lo segundo. Y os podéis imaginar también quién hizo la primera propuesta y quién, viendo lo que le esperaba, realizó una hábil contrapropuesta que contentara a ambas partes.

Bueno, para quién no esté puesto en la materia, Casa Gerardo es el templo de la gastronomía asturiana por excelencia.

Dos son las cosas que uno no puede dejar de probar. La fabada y la Crema de arroz con leche. Im-presionantes ambas.

El problema viene si antes te has jamado unos entrantes de la casa y tres o cuatro especialidades diferentes.

En fin, que si después de comer como un “Odre” te metes entre pecho y espalda un buen plato de fabada con su compango y una ración de arroz con leche, te puedes enfrentar a lo que te echen, culinariamente hablando, claro.

Al día siguiente, a la vuelta, paramos en otro de los templos del occidente asturiano. Casa Consuelo, en Otur.

Mi objetivo no era otro que probar las famosas “Verdinas con Marisco”, tan afamadas por esos lares. Y no me defraudaron, pero no me hicieron llorar de la emoción como el día anterior. Correctas, diría yo.

De vez en cuando hay que meterse algunos homenajes culinarios para sentirte vivo.


También creo que debemos homenajearnos atléticamente hablando.

Y mi gran homenaje de este verano, Martas aparte, fue el contemplar el estado de forma alcanzado por una tarraconense, casada con un vigués, al que la mala fortuna privó de encumbrarse en el olimpo de las elegidas del mediofondo.

Y, como no, el Atleta Gastrónomo tiene una pequeña historia que contar.

“Abril de 1995, Benicassim. Nos encontramos en una de las muchas concentraciones que la RFEA programa a lo largo del año. En este caso, aprovechando la semana santa, las y los promesas del mediofondo y fondo patrio se reúnen una semana para compartir vivencias y entrenamientos.
Una de las sesiones consiste en un test de 2x1’. Típico test para saber por aproximación la marca que en esos momentos puedes realizar en 800m.
Los chavales van realizando la prueba, unos mejor, otros no tan bien. De repente, le toca el turno a una niña menudita, tímida, que apenas habla más que con dos o tres compañeras. Se llama Natalia.

…Y Natalia la armó gorda. Nos dejó a todos con la boca abierta. Y no por el resultado del test, que al final fue lo de menos. Natalia hizo el primer minuto sobrepasando ampliamente los 400 metros. El pinchazo del segundo minuto fue de órdago, pero todos sabíamos que teníamos a una campeona en ciernes delante de nosotros. La futura campeona del mundo”

Salud y saludos

domingo, 20 de septiembre de 2009

DE TORTILLAS Y MILES



(Foto: musicayvino.com)

Los recuerdos a veces son muy puñeteros. Aparecen cuando menos te lo esperas y te pueden alegrar el momento, pero también te lo pueden amargar.

Reflexionaba sobre esto realizando un trote dominical matutino por una ruta que discurre por los lugares de Tabacos y Marulo, cerca de donde vivo.

Como hace poco fue la “fiesta de la tortilla” en la ciudad de los caballeros, iba yo ensimismado en lo absurdo que me parece ir a disfrutar de la tortilla justo cuando menos se va a preocupar el cocinero/a por el producto final. O sea, si el objetivo del negocio representado por uno de los muchos stands es que la recaudación al final de la fiesta haya sido rentable, tendrá que realizar y vender un número de tortillas exagerado, con la evidente repercusión en la calidad de las mismas.

Más de 250 tortillas realizadas y vendidas en dos días, me sopló una de las participantes el año pasado.

En fin.

Y me puse a recordar grandes tortillas que habré degustado a lo largo de mi todavía corta existencia.

Volví a la época del instituto, donde el bocata de tortilla era el santo y seña de los recreos. Allí en Zalaeta recuerdo la del Bar Treus, la del Bar Ríos, con mucho cariño y nostalgia la famosa tortilla del Bar Dinos, en la calle San Roque, al lado de la Plaza de España, que servía el finado Servando…

Más adelante, cuando la economía empezó a permitirme ir a cenar con la pandilla, recuerdo lo deliciosa que estaba la tortilla del “Raxo do Burgo”, las pantagruélicas raciones de tortilla de “A Roda”, las mastodónticas tapas de tortilla de “La Bombilla” en la Calle de la Galera…

Y así fueron transcurriendo los primeros 20 minutos de trayecto a ritmo pastelero, o quizás tortillero.

(Me vino a la mente que el Atleta Gastrónomo debería realizar algún día una entrada seria sobre los grandes templos de la tortilla Betanceira. Lo tendré en cuenta.)

A la vuelta, no sé por qué, pero al ver que iba a 5’ 45” el kilómetro, me puse a pensar en cuanto sería capaz de realizar un kilómetro a tope en estos momentos y esto enlazó con un recuerdo que lo tengo grabado en mi mente a “sudor y fuego”; la vez que fui capaz de correr un kilómetro más rápido.

El día no lo tengo claro, el mes sí. Enero de 1995, pista cubierta de Riazor. Imagino que el entreno que tocaba ese día sería otro. Aquello de entrenar “a distancia” tenía aquellas pequeñas cosas, que podías variar el entreno sin que te echaran la bronca.

No lo hacía habitualmente pero procuraba no variar mucho lo mandado. O sea, lo mismo ese día tocaba 2 series de 600 a tope y me dio por hacer un mil. Sensaciones. Que diría el otro.

Lo tengo por algún lado anotado en alguna de las libretas que guardo de aquellos años. El 800 lo pasé a 1’56” y el mil lo terminé en 2’ 24’’ largos. Más solo que la una, como a mí me gustaba realizar esas cosas.

Hoy en día creo que no sería capaz de bajar de 3’ 20”. Lo normal es que rompiese por 5 sitios diferentes.

…así fui terminando los 45’ de rodaje dominical, entre tortillas y batallitas del pasado.


Nunca he necesitado correr con música y creo que mientras mi cabeza siga maquinando de esta manera, seguiré sin necesitarlo.

Saludos.

sábado, 19 de septiembre de 2009

De playas y Chiringuitos


Reanudo años después el blog del Atleta Gastrónomo. A decir verdad, nunca me fui del todo, siempre tuve en mente la opción de volver y quizás fuesen mis buenos amigos del foro de CeG, Morsatola y Vouamodo, los que me pusieron la puntilla para estar aquí de nuevo.
Reflexiono a menudo y creo que lo que más me gusta en esta vida es hablar de Atletismo y hablar de Gastronomía. Tanto monta, monta tanto. Y los que me conocen bien saben que siempre van unidas. Vive dios.
Pues, me encomiendo a las gastromusas y al espíritu de Filípides para que me inspiren a la hora de transmitir a mis escasos lectores lo que se me vaya ocurriendo. Pinceladas de aquí y de allá que irán surgiendo al mismo tiempo que voy incrementando las entradas en el Blog.
Y comienzo con una referencia al verano ya vivido. Un verano agridulce en cuestiones atléticas y espléndido en experiencias gastronómicas.
Me gusta correr por la playa en verano e invierno, pero es en la época estival cuando más la disfruto. Pocas cosas hay que me agraden tanto como correr una horita sobre la arena dura de una playa, estirar, pegarme un chapuzón y realizar la vuelta a la calma con una jarra de medio litro de cerveza y unos boquerones en el chiringuito más cercano.
¡Que bien vives, cabrón!. Me dijeron una vez.
En mi entorno, la playa que permite cumplir a rajatabla con el encargo es la playa grande de Miño.
1350 metros de playa recientemente acondicionada mediante un alisado de arena que no me acaba de convencer, pero que sigue siendo un paraíso para los que les gusta correr sintiendo la brisa marina.
El "centro de alto rendimiento atlético betanceiro" la utiliza como sede estival pero yo, que soy más de costumbres solitarias, acudo a élla a horas intempestivas, buscando la soledad y la "simbiosis" con un hábitat natural muy placentero.
Y aprovechando las vacaciones estivales, acudí de nuevo a mi querida tacita de plata. La gades de Plinio el viejo. Cai para los autóctonos.
...y allí, todas las mañanas recorro los 6 kilómetros que representan la Playa de la Victoria y su prolongación natural, la Playa de Cortadura. Ida y vuelta.
En Cádiz corro para tener sed, corro para tener hambre, corro para no tener remordimientos después de los homenajes a los que me someto al mediodía y por la noche.
En Cádiz soplan dos vientos, el levante y el poniente. Ambos se retan para ver quien es más noble. Y no sabría decir quien se lleva la palma. Lo que sé es que si sopla el levante, en mi trayecto de ida me voy a encontrar con una muralla de viento superior a los 5m/s, lo que evidentemente hará muy rápida la vuelta. No obstante, lo prefiero a si sopla el poniente, porque volaré a la ida y sufriré como un perro a la vuelta.
Estoy hablando, para ejemplificar, de que si soy capaz de mantener un ritmo de alrededor de 5'30" el km con viento en contra, a la vuelta con el mismo esfuerzo seré capaz de ir a 4'30" sin aparente dificultad. Así es Cai.
Y claro, a Cádiz voy a relajarme y a comer. A comer como el marajá de Kapurtala.
La freiduría "Las Flores" es uno de mis primeros destinos. Cazón en adobo, puntillas, chocos, acedías, etc. rebozadas de la manera en que solo saben rebozar en el sur. Y no me olvido de la gamba blanca de huelva. Mnnnn. Salivo.
Aquí le suelo dar a la Cruzcampo de presión, con doble enfriado. Aunque soy de la santa cofradía de la Estrella de Galicia, creo que en cada sitio debes de adoptar las costumbres propias y esas cañitas de Cruzcampo bien tiradas están QTC (que te cagas).
Por las tardes - noches, me acerco a la ciudad a pasear por sus intrincadas callejuelas y, que casualidad, siempre acabo en el Barrio de la Viña.
Hablar de Cádiz es hablar de este barrio tan emblemático situado al lado de la playa de la Caleta.
Y en el Barrio de la Viña, mi primer destino es siempre "Casa Manteca".
En la barra de Casa Manteca úno es feliz desde que entra hasta que se va. Normalmente, al irte estás feliz y un poco peneque, o sea, doblemente feliz.
Aquí ya me paso a la Manzanilla. La Guita, la Gitana, San León. Sobre todo esta última. Bien fresca.
En el "Manteca" se toman Chicharrones, se toma Jamoncito ibérico del rico, chorizo, queso de la Sierra de Grazalema, siempre en un ambiente que a un gallego de "pro" le hace mantener una sempiterna sonrisa (y a veces unos pensamientos irónicos del estilo "anda que sois de un simpático que..."), pero uno no debe de encabronarse nunca en estos sitios. Sería lo mismo que si un Gaditano llega a la taberna "O Papuxa" en Ribadavia o a la tasca "O Muiño" en Caldas de Reis y se siente un poco marginado. O eso creo yo.
Y del Barrio de la Viña no te puedes ir sin visitar la barra del restaurante "El Faro". Quizás la mejor barra para tapear que yo haya visitado. Y llevo unas cuantas encima.
Ortiguillas, gamba de Huelva, las mejores tortillitas de camarones que se pueden probar en el sur de España, coquinas, Atún de almadraba, etc. Un lujo que siempre debes de acompañar con una copita de manzanilla "San León, reserva de la Familia".
Menos mal que la parada de taxis queda cerca para devolverte sano y salvo al hotel, que sino...
Bueno, una vez arrancado espero que no me gripe el motor a los pocos kilómetros y vuelva a tener el coche en el taller durante varios años.
Salud y kilómetros.